jueves, 25 de junio de 2020

¿Donde está Dios?



Columna de opinión

¿Dónde está Dios?

Por: Pepe Guriff

El sacerdote y teólogo jesuita, Víctor Codina, reflexiona sobre algunas preguntas recurrentes en los cristianos, sobre todo, en los graves momentos de amenaza o de dificultad. "¿Por qué Dios permite la pandemia y calla? ¿Es un castigo? ¿Hay que pedirle milagros? ¿Dónde está Dios?"

Cuando era pequeño mi madre nos llevaba a mí y a mis hermanos a una pequeña iglesia bautista del pueblo donde participábamos “ingenuamente” en todas las actividades adaptadas para niños: cultos de adoración, estudios bíblicos, escuelas dominicales, escuelas de verano y en cuanta actividad se les ocurriera a los pastores. Así entre juego y juego nos fueron inculcando todas las historias aparecidas en el antiguo y nuevo testamento como una verdad indiscutible.

Sin duda que la vivencia de infancia me dejó el trauma de un Dios todopoderoso, que todo lo ve y lo escucha y por sobre todo un Dios castigador por cuanta acción que haya realizado un milímetro apartada de lo exigido con vehemencia en las sagradas escrituras.

Sin embargo con esto de la pandemia el silencio de Dios es un quebradero de cabeza para la teología. Su supuesta indiferencia ante el sufrimiento humano ha abrumado a teólogos de todas las épocas. La pasividad del que es bondad absoluta ante la maldad en el mundo lleva al callejón sin salida de la desesperanza. Es inconcebible que aquel que es amor permanezca impasible ante tantas atrocidades y padecimientos de los que han sido creados a su imagen y semejanza.

El hombre y la mujer de a pie con fe, rechaza que su padre (celestial), aquel de quien se han fiado, su roca y alcázar, no acuda a su auxilio en situaciones de dolor extremo. En el caso de los hombres y mujeres sin fe la ecuación se resuelve taxativamente: el silencio de Dios equivale a su inexistencia. 

La pandemia del coronavirus y sus crueles resultados, que pensábamos imposibles en nuestras sociedades desarrolladas, con muertes agónicas y solitarias, con familias que sufren el suplicio de no poder enterrar a los suyos, y sus terribles consecuencias socio-económicas, que golpean a muchas familias  llevándolas a situaciones de necesidad cuando no de pobreza, serían el escenario ideal para declarar la inexistencia de Dios en virtud de su silencio sepulcral.

El eminente científico Richard Dawkins afirma en su libro “El espejismo de Dios” el penoso daño que la religión ha infligido a la sociedad, desde las cruzadas hasta la actualidad. Tratando de culpar a este Dios (o Dioses de la antigüedad) por lo bueno o lo malo que a cada cual le suceda.

Las iglesias tampoco han hecho nada por visualizar la cercanía de Dios para con sus feligreses. Prácticamente desaparecieron del mapa como si fuera una empresa en quiebra. No los entrevistan en matinales, ni en programas de radio tampoco en misas o conferencias por ZOOM, es curioso teniendo presente que según las últimas encuestas, un altísimo porcentaje, de la población, el 94%, es creyente en Chile. La religión mayoritaria es el Cristianismo. El 91,28% de su población lo profesa. En los últimos años el porcentaje de creyentes ha crecido, ha pasado del 91,7% al 94%.

Así, pues, apostemos por una renovada esperanza atea. “No hay ningún bien que esperar ni ningún mal que temer después de la muerte; aprovechad, pues, sabiamente el tiempo, (…), pues ahí está la mejor decisión que podéis tomar” (Jean Meslier, 1664-1729, cura ateo). Y feliz semana atea, feliz año ateo, feliz vida atea.

 


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