jueves, 25 de junio de 2020

El abuelo runner



El abuelo runner

Don Juan era un cliente que aparecía casi todas las semanas en busca de algunos frutos secos que según él le permitía tener muy buena salud y lo hacían sentir muy bien. Al parecer tenía razón ya que a sus 87 años aún llegaba montado en su bicicleta. Siempre saludaba amablemente y preguntaba ¿y su padre no vino hoy? En algún momento creo que vio a Diego de más edad  y se quedó con la impresión de que era el padre del que siempre atendía, Diego le seguía la corriente y le aseguraba que hoy su padre efectivamente no pudo venir y en su reemplazo estaba él. Don Juan igual comentaba pormenores de su vida a quien quisiera escucharlo. Contaba que desde que tenía memoria practicaba maratones de distintas distancias y en distintos lugares de Chile, ¿Cómo llegaba en bicicleta siempre contaba que tenía como cuatro de ellas y la última se la había ganado en una maratón en Molina, que aunque llegó casi de los últimos era el más longevo así que lo subieron al escenario y le regalaron una estupenda bicicleta. Mientras comentaba sus peripecias en el deporte la emoción aparecía en su rostro, con expresión de alegría como si dicha actividad la estuviera vivenciando en el momento, Diego pensaba que esa alegría recordada  permanentemente le permitía al anciano poseer una envidiable salud física y mental. Sin embargo don Juan también tenía penas sin resolver. Contaba la ingratitud de uno de sus hijos que a pesar de haberlo educado con esfuerzo y ser hoy día todo un profesional no había obtenido retribución de ellos y al parecer lo poco cercano y cariñoso del hijo tenía al pobre anciano muy triste. Contaba que por ser el menor siempre fue su hijo regalón que incluso salía con él muchas veces a acompañarlo a las distintas maratones donde también participaba. Pero con los años y después de casarse comenzó a visitarlo cada vez menos y ahora sólo lo veía una vez al año.

Diego escuchaba atentamente y percibía la emoción del viejo mirando sus ojos los que se llenaban de lágrimas y sólo atinó sólo a decirle un par de palabras de apoyo:

 ¡bueno, a muchos hijos nos pasa eso con el tiempo!... ¡que debido al trabajo y la nueva familia que se está formando no queda mucho espacio para los padres como uno quisiera!… comentaba Diego, …¡y no es por falta de cariño sino que los tiempos deben ser compartidos con otras familias que también requieren de atención! Don Juan un poco más tranquilo al entender que es una situación que viven muchos padres y sobre todo adultos mayores, se resignó a esperar con paciencia el fin de año para poder volver a ver a su hijo regalón. Bueno, dijo Diego ya despidiéndose, ¡seguramente su hijo están tan preocupado como usted por este distanciamiento y si usted dice que fue regalón estoy seguro que está buscando la forma de ser un hijo más presente y atento con usted  y a propósito… ¿cómo se llama su hijo? Preguntó Diego mientras se despedía de don Juan… ¡Andrés Ruiz! Dijo el viejo. ¡Ha ok que esté bien don Juan, nos vemos!.

Diego revisó rápidamente su email porque el nombre que le dio el viejo le sonaba a alguien que él conocía. Busco en la bandeja de entrada en los correos recientes y sí aparecía un Andrés Ruiz gerente de una empresa proveedora. Se recordó que ya habían conversado varias veces pero sólo por negocio así que se comprometió consigo mismo a preguntarle derechamente sobre su familia en la próxima oportunidad que hablaran, en una de esas era el hijo que don Juan echaba de menos. Así fue que en la semana siguiente y con motivo de un pedido que estaba pendiente tuvieron la oportunidad de hablar y fue ahí al final de la conversa que Diego le preguntó por su familia y si estaba muy lejos de ella. Andrés le comentó a Diego que efectivamente su padre que aún vivía estaba muy lejos, lo veía muy poco sobre todo los últimos años pero afortunadamente la empresa estaba proyectando una sucursal en la ciudad donde vivía su padre y a él lo estaban destinando como gerente regional y tendría que ubicarse en esa misma ciudad donde había crecido. Diego entendió que era el hijo pródigo del cual  don Juan hablaba con tanta emoción y que al volver lograría llenar ese vacío de cariño que al anciano lo tenía sufriendo.  

Tiempo después el anciano llegó al negocio en su bicicleta de siempre muy contento y lo primero que le dijo a Diego fue, gracias, muchas gracias ¿por qué? Preguntó Diego, ¡bueno!..., dijo el anciano…¡después de conversar con usted sucedió un milagro, hoy tengo a mi hijo de vecino viviendo en el mismo barrio y lo veo a él y a su familia casi todos los días!... ¡Muchas gracias por darme esperanza y permitirme pensar positivamente sobre mi hijo! Concluyo el viejo.


                                                                        Fin


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