Columna
de opinión
Más educación, ¿mayor crecimiento
económico?
Por: Pepe Guriff
Sebastian Piñera en un discurso de junio de 2018 manifestaba: "Todos
sabemos que una educación de calidad abre las puertas a un mundo de
oportunidades y una de mala calidad, muchas veces, conduce a un mundo de
frustraciones" Deduzco con esto que así sería el camino más directo para
ser exitoso y que se abran las puertas de todas las empresas una vez que mi
educación este completa.
Pero para Ricardo Hausmann, economista venezolano, director del Centro para
el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, la cultura
empresarial en Chile es “extremadamente cerrada”; una suerte de club de quienes
se educaron en “tres o cuatro colegios, dos o tres universidades y con los
mismos apellidos”, que no se abre a la innovación y donde extranjeros y
chilenos talentosos con otro origen son excluidos.
Además Hausmann cree que estamos profundamente equivocados en el comentario
que hace Piñera respecto de la educación, asociando mejor educación a mayor
crecimiento económico. Sus argumentos están expuestos en una columna que
escribió hace un par de meses y que se
apoya en una influyente investigación del economista del Banco Mundial, Lant
Pritchett, publicada en 2001. Pritchett sugirió, tras estudiar el
comportamiento de las economías en desarrollo, que no había asociación entre el
aumento de la educación y el crecimiento y tituló su artículo “¿Dónde se fue la
educación?”, evidenciando sorpresa por los datos obtenidos. Desde entonces, la
poca relación que hay entre ambas variables ha encontrado nuevas evidencias,
por lo que Hausmann titula su columna sin ambages: “El mito de la educación”.
Hausmann cita como ejemplo el caso de China, que en 1960 tenía un nivel de
educación mucho más bajo que Túnez, México, Kenia o Irán y, sin embargo, logró
crecer a tasas mucho más altas que ellos. A China se pueden agregar Taiwán y
Corea, citados por el economista de Cambridge, Ha-Joon Chang, en su libro súper
ventas “23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo”.
Ha-Joon Chang muestra que en 1960 Taiwán tenía un 54% de alfabetización y
Corea un 71%, mientras que Argentina los superaba con un 91%. Pese a esa
posición desventajosa, ambas naciones asiáticas comenzaron a crecer, mientras
que el mejor nivel educacional de Argentina no le permitió seguir entre los más
ricos del mundo, posición que ostentaba entonces. Taiwán pasó de un PIB per
cápita de U$122 en 1960, a U$22.000 en 2015, según el Banco Mundial. Y Corea
pasó de un PIB per cápita de U$82 a sus actuales U$28.000. Argentina, en tanto,
se quedó atrás subiendo de U$378 a sus actuales U$ 13.000, el mismo nivel de
Chile.
Muchos economistas plantean que no es la educación la que empuja a los
países a crecer, sino que es el hecho de haber crecido el que permite tener
suficientes recursos para ofrecer mejor educación a sus ciudadanos. O como lo
planten algunos “el aparato productivo puede tirar de la educación, pero la
educación no puede empujar al aparato productivo… gigantescos aumentos de
esfuerzo en educación han tenido muy pequeños efectos en crecimiento y muchos
de los países que más crecieron no se destacan como países que hayan invertido
de manera especial en educación”. Por ello Hausmann insiste en que:
“Necesitamos una estrategia de crecimiento que nos haga más productivos, y así
podamos generar los recursos necesarios para invertir más en la educación de la
próxima generación”.
Pero si no es a través de la educación, ¿cómo se empuja el crecimiento? La
pregunta es especialmente elusiva. Ambos economistas sugieren de partida que no
se requiere tener una población extremadamente bien educada para que el país
sea muy productivo. “En muchos tipos de trabajo lo que importa es tener una
inteligencia normal, disciplina y organización, más que conocimientos
especializados que además se aprenden en el trabajo… la clave no es la
educación, sino cuán bien los ciudadanos están organizados en entidades
colectivas con alta productividad”, argumentan.
Además la principal razón del bajo crecimiento de Chile: es la incapacidad
de las empresas de abrirse a nuevos negocios y en la incapacidad de la sociedad
de crear las condiciones para que los empleados se independicen y emprendan.
Me parece que más importante que rentabilizar el capital en beneficio de
los accionistas (como decía Milton Friedman) para las empresas debería ser que
digan cuántos empleos crearon, cuántos impuestos pagaron, cuántas divisas
generaron y, sobre todo, cuántas empresas fueron creadas por trabajadores que
se formaron en esa empresa. Sería muy bueno ver a un sector privado chileno que
se preocupe de que haya más empresas exitosas y que se muestre dispuesto a
ayudar a las personas que han formado dentro de su organización, para que sean
el semillero de futuras empresas exitosas.
Solo un cambio profundo en la cultura de clases y en la inclusión
transversal independiente del apellido, permitirá que la mejor educación empuje
el crecimiento económico.
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